miércoles, 3 de noviembre de 2021

La Broma Macabra

Hacía bastante que no me agenciaba nada de rol, y el otro día recogiendo la última remesa de Arkham Horror LCG, no sé muy bien cómo, acabé con un ejemplar de este módulo en mis manos. Y sin saber tampoco muy bien cómo me vi pagándolo en caja.

La cuestión es que me lo he leído en apenas tres días, todo un logro vistos mis hábitos de lectura de estos últimos años. La aventura, sin entrar en spoliers, me recuerda a un episodio de Enredo llevado al paroxismo. Un chocho de cuidado. Como le dije por whatsapp a Gustavo, quien ha pasado la ventura d ela 6ª a la 7ª edición de CoC, tiene que ser divertida de jugar pero un infierno para ee Guardián.

viernes, 20 de agosto de 2021

PÍLDORA LÚDICA III LA SOCIALIZACIÓN EN LOS JUEGOS DE MESA.

 

Partamos de dos premisas, en primer lugar no me gusta la gente, así en general, y en segundo lugar solo juego con amigos, que lo son por haberlos conocido gracias a los juegos, ya sean de rol o de mesa.

Es muy común señalar como virtud el componente social del juego. ¿Pero a qué nos referimos con ese componente social? ¿A las relaciones sociales, conversaciones o charlas, que se establecen antes, durante o después de la partida?

Entiendo que cuando se está jugado hay que tener cierto respecto por los demás y por lo que estamos haciendo, jugar. Las charlas que se puedan dar durante la partida son una falta de respeto. No digo que haya que comportarse como cadetes prusianos o monjes de clausura, pero cualquier interrupción que distraiga de lo que se está haciendo en mesa está fuera de lugar. Otra cosa es el troleo, las celebraciones por los caprichos del azar y otras formas de liberar tensión, las comidas de oreja inherentes a ciertos juegos, es decir el meta juego. Comentar qué tal te va en el trabajo mientras los demás hacen su turno, para sumergirte en un abismo de AP cuando te toque a ti porque no has estado atento es una falta de respeto. De igual manera que estar con el móvil.

El quedar antes de la partida (como hacíamos antaño los viernes en Ateneo para “marear”) o después (cenar, barbacoa, tomar unas cervezas y rememorar por enésima vez las batallitas de siempre) son el componente social que me gusta de verdad, y el que transforma a los compañeros de partida en amigos. El componente social de jugar se da fuera del juego y es cuando se disfruta más, aunque a mi mujer le extrañe que mientras jugamos no hablemos de nada que no sea de la partida. Rancios que somos.

viernes, 13 de agosto de 2021

PÍLDORA LÚDICA II LA EVANGELIZACIÓN EN LOS JUEGOS DE MESA

 

Estoy totalmente en contra del proselitismo en los juegos de mesa. Igual que a mí, que no soy vegano, me molestaría que alguno me contase sus bondades y tratase de convertirme a su fe cada vez que nos viésemos, entiendo que la gente se canse de ofrecerle continuamente la oportunidad de jugar a algo.

Creo que este afán nace de un complejo de superioridad latente. Como para mí los juegos de mesa son lo más, tengo que hacerles ver  a los demás lo que se están perdiendo.

Cuando nos gusta algo con pasión, como suele ser el caso de los aficionados a los juegos de mesa, no entendemos cómo es posible que el resto de la gente, los muggles, no tenga nuestra pasión. Esto ya implica la superioridad que mencionaba antes. Pobres ignorantes, que no han descubierto la ambrosía de los juegos mesa. Menos mal que estoy yo, el prócer del mundo lúdico, que me sé de memoria el top 100 de la BGG y tengo más de 2000 comentarios en la BSK para sacarlos de la caverna.

Los juegos de mesa son una afición, que a mí me apasiona, pero que no tiene por qué gustar a los demás, ni tengo que convencer a nadie para que juegue. De hecho se da otra circunstancia y es cuando nos juntamos con otros amigos, que no juegan o lo hacen de manera ocasional y alguien me dice que saque un juego. Muchas veces no me apetece porque no sé si todos están igual de predispuestos y en segundo lugar porque los juegos indicados para esas situaciones, más ligeros, no son mis preferidos.

Por último hacer una reflexión sobre los juegos y los hijos. Yo caí en la tentación y en el error de querer que mi hijo también jugase. Primero con juegos de Haba para pasar a juegos más complejos. Error. Que algo me guste a mí no implica que le tenga que gustar a mi hijo. Al igual que a mi padre le gustaba la zarzuela y a mí el heavy metal, a mi hijo le gustan más los video juegos que los juegos de mesa. De mi experiencia he aprendido que lo mejor es no forzarle, ni caer en la tentación de “voy a comprar este juego porque seguro que le gusta a mi hijo y puedo jugar con él” Es un error. Si al final le gusta, te lo dirá y te dirá a qué quiere jugar, que no tiene por qué ser los mismos juegos que te gustan a ti (He aborrecido el Cube Quest y el Machi Koro de tanto jugarlo con mi hijo)

miércoles, 11 de agosto de 2021

PÍLDORA LÚDICA I ¿POR QUÉ JUEGO A JUEGOS DE MESA?


Esta serie de entradas, sobre las 500 palabras, van a hacer referencia a aspectos de los juegos de mesa.

La primera píldora es por qué los juegos de mesa. Qué tiene de especial este hobby.

Si tengo que definirme como un tipo de jugador o con preferencia por un tipo de juego, eurogamer, ameritrasher, temáticos, wargamer, etc…, la respuesta no puede ser otra que rolero.

Considero el rol como la expresión más alta del hobby, el culmen de esta afición. Mi evolución fue muy parecida a la mayoría de la gente de este mundillo, novelas de fantasía y ciencia ficción, juegos de mesa tipo Monopoly, Risk, la Fuga de Colditz, En busca de Imperio Cobra y similares. De ahí a los libro juegos de Elige tu propia ventura (los rojos) y después los negros de Dungeons & Dragons y esos anuncios al final de libro de una cosa llamada juego de rol. Y por fin el nirvana lúdico, la caja roja de D&D de Dalmau Carles. Horas y horas de campañas, nuevos juegos, La Llamada, Rune Quest, MERP y Rolemaster (el mejor juego de rol)

Después llegó la universidad y otras distracciones que me apartaron un poco, aunque no del todo, de los juegos de rol. Una vez con trabajo y cierta estabilidad, volví a retomar las partidas semanales con los mismos descerebrados con lo que jugaba con 17 años. El siguiente hito fue formar una familia, y en mi caso mudarme a otra ciudad, y es ahí donde además de jugar a rol empiezo a jugar a juegos de mesa modernos, hasta entonces un mundo apenas conocido para mí.

Ahora gasto más tiempo de ocio en los juegos de mesa que en los juegos de rol. El por qué tiene varias respuestas. Antes de nada aclarar que los juegos de mesa son para mí la metadona de los juegos de rol, un sustituto que te quita el mono pero que hace que dejes de soñar con el subidón de lo auténtico.

Los motivos por los cuales juego más a juegos de mesa que a rol son los siguientes:

1.       Compromiso. Para jugar a rol necesitas más compromiso al tener que juagar siempre con la misma gente, al menos mientras dure la campaña o aventura. Los juegos de mesa permite ser más promiscuo, salvo rollos legacy o campañas. Hoy juegas con un grupo y la semana que viene con otro. Y sin pegas ni sentirte culpable.

2.       Preparación. Para jugar a un juego de mesa basta a veces verse un vídeo en internet, o si está Nacho cerca decirle que se lea las reglas, y ya puedes jugar. Para jugar a rol además de saber las reglas, ya seas Máster o jugador, hay que prepararse la aventura, conocer la ambientación, y tener una gran capacidad de adaptación a las capulleces que puedan hacer los jugadores.

3.       Me permite jugar con la familia. Aunque he jugado una vez a rol con mi mujer y me ha dicho en varias ocasiones de jugar (cosa que haremos cuando el pequeño cimerio no sea tan pequeño) es más fácil sacar un juego de mesa y echar la tarde en familia, o bien con amigos y sus familias.

Y hasta aquí la primera píldora lúdica.

viernes, 6 de agosto de 2021

Transcencia vs Inmanencia

Visto que nadie más, además de un servidor, escribe en el blog, abandonado a su suerte y sin recibir visitas, me he apropiad de manera temporal para hablar de mis mierdas, que como se pueden ver no son muy variadas. 

Hoy retomo mi faceta más gafa pasta para hablar de la transcendencia e inmanencia, y las consecuencias de la prevalencia de una sobre la otra.

Si mal no recuerdo en COU me explicaron que la transcendencia era todo aquello que superaba y excedía al ser humano, y por tanto su antónimo, la inmanencia, era lo que quedaba limitado al ser humano.

Hasta hace relativamente poco nuestra civilización era trascendente en el sentido que tenía un objetivo, algo por encima del individuo, un objetivo a  alcanzar y que daba sentido a nuestra existencia. Ya sea la familia, la nación, el partido o el proletariado, los individuos tenían algo que era superior a ellos y en el que podían buscar un significado a su vida. Algo del que fuésemos parte y que permaneciese una vez hubiésemos muerto. Lo que observo en la actualidad es que se ha perdido ese concepto y ahora nos centramos en lo que nos afecte directamente y se limite a nuestra propia existencia. A pesar de que hay ciertos movimientos que puedan parecer trascendentes, rollo ecología, salvar el planeta y chorradas varias (el planeta no necesita ser salvado, porque nos puede borrar del mapa con relativa facilidad) no son más que justificaciones para tener algo transcendente en nuestra vida, sin llegar a comprometerse con ello decididamente (ser socio de la ONG de turno y no usar plástico sirve para acallar tu conciencia y justificarte, nada más)

En la época que nos ha tocado vivir prima lo inmanente, y al no tener algo trascendente a lo que aspirar y que justifique y dé sentido a la vida se transforma en hedonismo, gozar lo máximo posible sin preocuparse por los demás ni por el futuro porque una vez muramos muertos estamos y se acabó. No hay cielo, ni infierno, ni Reich de los mil años ni paraíso socialista sin clases. Después de la muerte solo hay la nada y el olvido. 

Y no cosa que dé más miedo al ser humano que la nada y el olvido.

P.D. Esta paja mental tiene trescientas setenta y siste palabras y está dedicada a todos los filósofos, politólogos, sociólogos, opinólogos y ólogos en general, que para decir una chorrada con el mismo rigor y valor objetivo (que no científico) utilizan varios miles para justificar los años perdidos en sus correspondientes facultades.