Llevo más de una semana sin salir de casa. Desde aquel día nada ha vuelto a ser igual. Me es muy difícil conciliar el sueño, y cuando por fin lo consigo, mi cabeza se satura de horribles sueños sobre entes voladores gigantes, ciudades submarinas y terroríficas criaturas que asolan el planeta.
Las autoridades no me han hecho caso, incluso me amenazaron con la posibilidad de encerrarme en un manicomio si continuaba con mis afirmaciones. Nadie me cree, pero yo sé que lo que presencié continua entre nosotros y es una amenaza para la humanidad. Que dios nos proteja.
Todo comenzó cuando me tropecé con una curiosa noticia de un periódico local. Hablaba de un ídolo que había sido encontrado cerca de un pueblo de Tarragona. No le di la mayor importancia. Pero en días sucesivos volví a leer la misma noticia, la cual comenzaba a tener eco en distintas revistas especializadas y otros periódicos de mayor tirada. La curiosidad se adueñó de mí y se lo comenté a algunos amigos. En cuestión de minutos decidimos que había que realizar un viaje hasta el mencionado lugar para observar el ídolo que tanta fama estaba cobrando entre cierto sector de la sociedad.
Con la llegada del verano comenzamos a tener más tiempo libre para nuestra deseada expedición, la cual parecía gafada, pues nunca llegábamos a concretar el día de partida.
Un viernes, me encontré solo en la ciudad. Mis amigos habían tenido que viajar lejos por compromisos familiares. El aburrimiento hizo mella en mí. Pero el domingo por la mañana, la imagen del ídolo vino a mi cabeza, como llamándome. Ejerciendo una fuerte atracción a la que no podía resistirme.
Todo ocurrió muy rápido. En cuestión de minutos ya estaba sentado ante el volante de mi coche, con una vieja cantimplora llena de agua y algo de comida en una bolsa. Ni siquiera recuerdo un solo momento de duda o de planificación de la expedición. Todo lo hice sin pensar, como dejándome llevar por una fuerza ajena a este mundo. Metí la llave y arranqué el motor.
El trayecto hasta la salida de la autopista se me hizo corto. Para no perderme me hice con un escueto mapa esbozado por mí en un viejo papel, siguiendo las indicaciones que aparecían en algunos de los diarios. Primero el desvío hacia El Pla de Sta. María, y luego una carretera recta que me llevó hasta la entrada de la zona urbanizada conocida como Mas del Plata. El camino estaba lleno de baches. Seguir recto, tomar la primera calle y luego la segunda a la derecha.
Y allí estaba. Tal como lo había visto en las fotografías. El ídolo, vigilante, amenazante. Dominando la visión de toda la zona. Los puños en alto y la vista perdida en el horizonte. También había un grupo de cultistas que habían ido a adorarlo, cual peregrinos a un lugar santo.
Lo que ocurrió a continuación me es imposible de transcribir. La cordura que me queda me lo impide. Pero por suerte me dio tiempo a realizar un par de instantáneas.
Las autoridades no me han hecho caso, incluso me amenazaron con la posibilidad de encerrarme en un manicomio si continuaba con mis afirmaciones. Nadie me cree, pero yo sé que lo que presencié continua entre nosotros y es una amenaza para la humanidad. Que dios nos proteja.
Todo comenzó cuando me tropecé con una curiosa noticia de un periódico local. Hablaba de un ídolo que había sido encontrado cerca de un pueblo de Tarragona. No le di la mayor importancia. Pero en días sucesivos volví a leer la misma noticia, la cual comenzaba a tener eco en distintas revistas especializadas y otros periódicos de mayor tirada. La curiosidad se adueñó de mí y se lo comenté a algunos amigos. En cuestión de minutos decidimos que había que realizar un viaje hasta el mencionado lugar para observar el ídolo que tanta fama estaba cobrando entre cierto sector de la sociedad.
Con la llegada del verano comenzamos a tener más tiempo libre para nuestra deseada expedición, la cual parecía gafada, pues nunca llegábamos a concretar el día de partida.
Un viernes, me encontré solo en la ciudad. Mis amigos habían tenido que viajar lejos por compromisos familiares. El aburrimiento hizo mella en mí. Pero el domingo por la mañana, la imagen del ídolo vino a mi cabeza, como llamándome. Ejerciendo una fuerte atracción a la que no podía resistirme.
Todo ocurrió muy rápido. En cuestión de minutos ya estaba sentado ante el volante de mi coche, con una vieja cantimplora llena de agua y algo de comida en una bolsa. Ni siquiera recuerdo un solo momento de duda o de planificación de la expedición. Todo lo hice sin pensar, como dejándome llevar por una fuerza ajena a este mundo. Metí la llave y arranqué el motor.
El trayecto hasta la salida de la autopista se me hizo corto. Para no perderme me hice con un escueto mapa esbozado por mí en un viejo papel, siguiendo las indicaciones que aparecían en algunos de los diarios. Primero el desvío hacia El Pla de Sta. María, y luego una carretera recta que me llevó hasta la entrada de la zona urbanizada conocida como Mas del Plata. El camino estaba lleno de baches. Seguir recto, tomar la primera calle y luego la segunda a la derecha.
Y allí estaba. Tal como lo había visto en las fotografías. El ídolo, vigilante, amenazante. Dominando la visión de toda la zona. Los puños en alto y la vista perdida en el horizonte. También había un grupo de cultistas que habían ido a adorarlo, cual peregrinos a un lugar santo.
Lo que ocurrió a continuación me es imposible de transcribir. La cordura que me queda me lo impide. Pero por suerte me dio tiempo a realizar un par de instantáneas.
Mide unos 15 metros, es de fibra de vidrio y lleva vigilando la zona la friolera de 30 años. ¿se podrá considerar a su creador el primer friki de España?
Ahora le toca el turno a Mr. Fogg, que les deleitará con "La segunda incursión", una aventura en technicolor y con la presencia de una estatuilla del ídolo.
Y para no perder la costumbre, os deleito con una pequeña dosis de destrucción de mitos de la infancia. Esta vez en forma de música, de Ultraplayback. Con letra incluida.
Ahora le toca el turno a Mr. Fogg, que les deleitará con "La segunda incursión", una aventura en technicolor y con la presencia de una estatuilla del ídolo.
Y para no perder la costumbre, os deleito con una pequeña dosis de destrucción de mitos de la infancia. Esta vez en forma de música, de Ultraplayback. Con letra incluida.
Saludos y Ni! para todos.
Lord Lowis