lunes, 31 de mayo de 2021

Todo el mundo tiene derecho a ser imbécil

 Hace unas semanas nos juntamos en casa para comer, bordeando la legalidad vigente y con miedo a que en algún momento irrumpiese la policía de lo políticamente correcto y nos multase.

Ya terminada la comida y mientras disfrutábamos de la sobremesa surgió el tema de que la gente es imbécil. Así, en general, toda la gente. Sin filtro. Que conste que no fui yo el que expuso el argumento, aunque lo comparta plenamente, y vaya más allá y piense que el número de imbéciles es mayor al estimado. Lo que yo defendí es que todo el mundo tiene derecho a ser imbécil.

La RAE define como ímbécil al tonto o falto de inteligencia o al que sufre imbecilidad o retraso mental.

Esto de por sí no es malo. El imbécil es imbécil para sí y no es peligroso salvo que se aplique con esmero y fruición y se transforme en estúpido. Mientras su imbecilidad no se manifieste más allá de sus opiniones no hay peligro alguno. De hecho creo que es bueno que los imbéciles hagan ostentación de su condición, porque eso permite evitarlos y huir de cualquier daño que puedan hacer en caso de evolucionar a estúpido.

Por estúpido entendiendo la definición de Cipolla, según la cual un estúpido es aquel que perjudica a los demás y a sí mismo.


Todo es aceptable mientras que cada cuál diga y haga lo que quiera siempre y cuando no afecte a otro sin el consentimiento de éste. Lo que de manera más sencilla viene a ser mi mantra personal desde hace ya años. Ante cualquier cosa que pueda afectarme me planteo dos preguntas:

  • ¿Me cuesta dinero? 
  • ¿Me deja tranquilo?

La opción óptima es No/Sí, aunque Sí/Sí también aceptable. Cualquier otra combinación  hay que tratar de evitarla.

Ya para finalizar el debate que teníamos nos planteamos si el número de imbéciles había aumentado con el paso del tiempo. Llegamos a la conclusión de que no es que ahora haya más imbéciles que hace 15 ó 20 años, sino que ahora es más fácil detectarlos, especialmente por las RRSS, y que gracias a éstas existe un proceso de catálisis entre imbéciles que hace que se retroalimenten y se vuelvan más imbéciles. Antes eras imbécil pero en la intimidad y sólo lo sabía tu círculo más próximo (aunque había más gente que lo podía intuir) y ahora se puede hacer gala de toda la imbecilidad gracias a instrumentos como este blog.

Dejemos que los imbéciles sean imbéciles, siempre y cuando podamos mantenernos alejados de ellos y de las consecuencias de sus actos.